Vuela el toro sobre el mar marrón del ruedo, asustado y tembloroso. Vuelan los gritos, planean los capotes. Continúa el infierno. Agitados los aburridos bolsillos de la burguesía, agitados los corazones del populacho: el de las madres por sus hijos toreros, el de los hijos por la agonía de sus madres, el de los primos por criarse en una miseria que les hizo comprender la grandeza de nuestra Madre Tierra. Y entre el bullicioso graderío aún se escucha el triste sollozo de quien nos da el sustento, muerte lenta y dolorosa a la que la sometemos.
Sentada ante el televisor de sus casas, la afición más despreciable: los que no pueden pagar un lugar en la plaza y aquellos que, por no saber de nada, se entretienen con lo de siempre, con tradiciones sentenciadas.
Y el pueblo, que habiendo elegido una democracia cuyos derechos no ejercen nunca, sonríe si se le cuenta que España sigue siendo un destino turístico aún más codiciado que Cuba. ¿Qué importa? Aquí están los españoles para servirle a los europeos y limpiar su mierda, no pasa nada.
Vienen tiempos de tormenta y hemos optado por aferrarnos a un paraguas sin varillas y lleno de agujeros. Y llegarán los relámpagos y truenos cuando entendamos que hemos olvidado cómo pasar la balleta: la cambiamos por unas cuantas cervezas en la barra del bar más cutre.
Sería injusto señalar a nuestra España del alma como única culpable. Francia y Portugal siguieron hace tiempo nuestro ejemplo. Y aquí nos encontramos, el ano de España entre el glúteo francés y el portugués, formando con orgullo el culo de Europa, ¿Qué importa? Ha sido así siempre, no pasa nada.
Es el “cóctel molotov” que resulta al mezclar nuestras moribundas tradiciones, nuestro corrupto gobierno y nuestra infame educación. Pero tranquilos, España ha ganado el mundial, hoy se grita con más fuerza que nunca “¡Yo soy español, español, español…!”. ¿Qué importa si meses antes se señalaba a quienes tacharemos como fachas dentro de unos meses cuando lleven una camiseta con la bandera de España?
Si tenemos en cuenta que nuestra flota pesquera es la tercera más importante a nivel mundial, podemos respirar un poquito, ¿qué importa que nuestros pescadores no lleguen a fin de mes, si pescamos más que los demás? No sabemos qué comerán nuestros hijos cuando lo hayamos aniquilado todo, pero, ¿Qué importa? Los tiempos cambian, no pasa nada.
Analizando todo esto empiezo a comprender que se necesite medir las fuerzas con una bestia para poder sentirse de nuevo un hombre, aunque para ello se les provoquen auténticos festivales gastrointestinales y se les ciegue con cera antes de torturarle lentamente hasta su muerte. Claro que sí, a uno le parece tener la entrepierna más abultada cuanto más abultadas se encuentran otras partes del pantalón. El dinero es poder, y de eso tienen sólo unos pocos, ¿Qué importa? El poder nunca ha sido cosa del pueblo, no pasa nada.
No sé a cuento de qué tanto revuelo en Cataluña por eso de prohibir o no las corridas, si según la Real Academia Española la tauromaquia queda definida como un arte. Irrelevante resulta aquello de que se lleven un buen pellizco de las subvenciones destinadas al sector de la ganadería.
¡¡Si señores!! Estamos ante una clarísima igualdad de condiciones: El toro y sus dos cuernos, el hombre y sus dos doblones.
Como siempre, el resto de relatos en la casa de Gus.