lunes, 5 de julio de 2010

El tronar del martillo y del cincel.

“Aquel siempre había sido un polvoriento paisaje arrullado por el tronar del martillo y del cincel sobre grandes bloques de granito. Pero aquel día, mientras frotaba sus manos encallecidas sobre unos ojos enfermos de polvo, el escalofrío de un repentino ataque de tos estremeció todo su cuerpo, provocando que cada centímetro de su curtida piel casi doliera ante el vello erizado. Si trabajar bajo la lluvia y el frío del invierno hacían de aquel trabajo un infierno, el aire del verano, caliente y seco, convertían la jornada en una interminable agonía. Varios años hacía que sus pulmones fallaban, y ni un solo día faltó a su trabajo. Nunca había sido un hombre al que le gustaran ni el juego ni el vino, demasiado tímido para ser un mujeriego, demasiado cobarde para el contrabando y de bueno, era mas bien tonto. En muchas ocasiones hizo vanos intentos de buscar fortuna en otros lugares, pero de todos volvió sin un centavo. No entendía la diferencia entre niñez, adolescencia y madurez, nunca cometió pecado alguno e iba a misa de forma regular, confesando tonterías, absorto en un mundo que no existía, apartado de una sociedad egoísta, una sociedad que, para con el, jamás tuvo piedad.

Aquel siempre había sido un polvoriento paisaje arrullado por el tronar del martillo y del cincel sobre grandes bloques de granito. Pero aquel día no había polvo, ni martillo, ni cincel. Aquel día no sonaba el atronador chasquido del metal contra la desafiante roca, aquel día solo había tierra, teñida de un tono ocre intenso cuya mezcla formaba un viscoso fluido. Jamás pensó que un cuerpecito tan pequeño pudiera contener tanta sangre, tanta vida.
En su cabeza retumbaba una y otra vez la misma pregunta: "¿por qué?". Y cada vez que su conciencia la formulaba, su razón se nublaba y cavaba aún con mas fuerza. "¿Por qué?". A cada pregunta le seguía un pequeño silencio que quebraba el característico sonido del metal al introducirse en la arena. "¿Por qué?". Pero no tenía tiempo para contestarla, debía cavar. Y entre preguntas y paladas, su corazón se agitaba, su frente sudaba, su pulso aceleraba y sus sienes, tostadas como el resto del cuerpo por el sol, palpitaban enérgicas hasta casi estallar.
Pero... ¿por qué? Y estalló. Su cuerpo entero se desplomó sobre el hoyo que había estado cavando durante horas, su cara se hundió en aquel viscoso y repugnante fluido, y antes de apagarse del todo su razón, la incansable conciencia volvió a preguntar: ¿por qué?.

Aquel siempre había sido un polvoriento paisaje arrullado por el tronar del martillo y del cincel sobre grandes bloques de granito. Pero aquel día nadie levanto polvareda alguna, nadie golpeó ningún cincel con ningún martillo. Aquel día solo había silencio, miradas de desconcierto... aquel día consiguió callar todo ese ruido.”

-Arrecife de Coral-

1 comentario:

  1. Sabes que era un trabajo muy duro pero muy bien pagado?, guardando la quinta parte del jornal, un cantero se compró una casa enorme, una huerta y tierras y salvó a su familia de pasar hambre en la posguerra, su nieta contaba que en la "casa de la huerta", hasta hacían helados cuando la gente ni sabía que era eso, historias, miles de historias que por desgracia se perderán en la memoria de los tiempos a no se que un Arrecife de coral las recupere algún día y se decida a contarlas, que?, apetece, jajaja, si, lo se, el día debería tener 48 horas, pero es lo que hay, miles de besosssssssssss.

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